“No podré enviar esta carta, tú no podrás leerla”… Carta de un gato callejero a su dueña, que ya no está viva.
Querida dueña,
No podré enviar esta carta, tú no podrás leerla. Pero tal vez el viento lleve mis palabras hasta donde estés. Siempre decías que yo era tu pequeña alegría en este gran mundo, pero en realidad, tú eras mi verdadera familia.
Tu calor, tus manos cariñosas y tu voz suave hicieron que mi vida fuera brillante, incluso cuando afuera soplaban tormentas.
Cuando llegué por primera vez a tu puerta, frío y hambriento, no me echaste. No solo me diste comida y un lugar acogedor, sino también la sensación de ser importante para alguien.
Tus manos cuidadosas hicieron que mi vida fuera tranquila y feliz. Hablabas conmigo como si fuera tu igual, y aunque no podía responder con palabras, siempre te entendía.
Pero un día dejaste de volver. Esperé mucho tiempo en la ventana, escuchando cada ruido, con la esperanza de escuchar tus pasos en la puerta. No sabía a dónde te habías ido ni por qué me habías dejado.
Al principio, no podía creer que no te volvería a ver. Pero cuando los días empezaron a convertirse en una larga y fría noche, comprendí que ya no regresarías.
Intenté encontrarte. Caminé por las mismas calles donde solíamos pasear juntos, busqué tu olor, pero todo a mi alrededor se volvió extraño y frío. Ahora estoy solo otra vez, como lo estaba antes de conocerte. Pero ahora la soledad es diferente: ya no me asusta, pero rompe mi corazón.
Extraño tus manos cariñosas, tus palabras amables. Me falta nuestro pequeño mundo que creaste para los dos. Sé que no volverás, pero en lo profundo de mi corazón aún espero verte nuevamente. Aunque sea en un sueño.
Si pudiera, encontraría la manera de alcanzarte para decir “gracias” por cada día que me regalaste. Tu amor me hizo el gato más feliz del mundo, aunque solo fuera por un corto tiempo. Y ahora, cuando soy un vagabundo otra vez, no guardo rencor. Siempre estuviste conmigo, y incluso ahora, cuando no estás cerca, siento tu cuidado.
Adiós, mi querida dueña. Buscaré tus huellas en cada rayo de sol, en cada susurro de las hojas. Permanecerás para siempre en mi pequeño corazón de gato.