PERROS

Un perro misterioso seguía sin parar a un hombre… Cuando descubrió la razón de la persecución, las lágrimas brotaron por sí solas.

El viento de marzo atravesaba las calles, instando a los transeúntes a apresurar sus pasos. Tomás se apresuraba a casa después de un largo día de trabajo cuando notó que tenía un extraño acompañamiento. Un perro callejero lo seguía en silencio, manteniendo una pequeña distancia. Su pelaje estaba sucio, sus patas manchadas, y en sus ojos se leía el cansancio.

Él se detuvo en el semáforo — el perro también. Dobló la esquina — y ella lo siguió. Tomás incluso aceleró el paso varias veces, verificando si era coincidencia. Pero no, el perro claramente lo había elegido como su objetivo.

— Bueno, ¿y qué quieres? — murmuró, volviendo la cabeza hacia atrás.

El perro no ladró, no gimió, simplemente le miró directamente a los ojos. Había algo extraño en su mirada — no miedo, no súplica, sino una especie de confianza. Tomás suspiró y siguió caminando, decidiendo no prestarle atención.

Pero cuanto más caminaba, más fuerte era el sentimiento que lo invadía. Había algo en este animal… no era simplemente un vagabundeo casual. Frente a la puerta de su edificio, se dio la vuelta bruscamente.

— Bueno, está bien, vamos, veamos qué te pasa, — dijo, haciendo un ademán con la mano.

El perro, como entendiendo que había sido aceptado, se acercó con inseguridad. Tomás la examinó atentamente y notó en el collar una inscripción vieja, casi borrada. Se agachó para intentar descifrar las letras.

— “L… Lu… ¿Lucy?” ¿Tu nombre es Lucy? — pronunció en voz alta.

El perro movió suavemente la cola. Tomás frunció el ceño. Este nombre le resultaba familiar… algo hizo clic en su memoria. De repente recordó.

Hace dos años, su vecina anciana la señora Rachel perdió a su perro. Lucy desapareció durante una tormenta, y todos los intentos de búsqueda fueron en vano. La vecina lo pasó muy mal, su salud empeoró, y pronto se mudó con su hija a otra ciudad.

Tomás sintió un nudo en la garganta. Era la misma Lucy… Pero ¿cómo había sobrevivido todo este tiempo? ¿Dónde había estado? ¿Y por qué lo eligió a él?

Sacó su teléfono e intentó encontrar el número de la hija de la señora Rachel. Después de algunas llamadas, logró comunicarse con ella.

— No lo va a creer, — dijo con la voz temblorosa. — Encontré a Lucy.

En el otro extremo de la línea había silencio, y luego se escucharon sollozos reprimidos.

— Mamá todavía la recuerda, — finalmente respondió la mujer. — Ella pensaba que Lucy ya no estaba… Es un milagro.

Al día siguiente, Tomás llevó a Lucy con la anciana. Cuando la señora Rachel vio a su perro perdido, las lágrimas rodaron por sus mejillas. Lucy, olvidándose de todos sus miedos, corrió hacia su dueña, moviendo la cola y emitiendo sonidos de alegría.

Tomás se quedó en la puerta observando la escena. Una calidez se expandió en su pecho. Entendió que todo había sucedido por una razón. Lucy lo había seguido porque buscaba el camino a casa.

Ahora ella estaba de nuevo donde la querían.

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