Perro Leal Sigue a la Ambulancia y Espera Casi una Semana para Reunirse con su Humano en el Hospital
“Terco” es una palabra que significa tenazmente obstinado, y cuando se trata de devoción, no hay perro más terco que un peludo de color blanco llamado Boncuk, quien esperó pacientemente afuera de las puertas de un hospital durante casi toda una semana a que su “humano” volviera a casa.
Cuando el dueño de Boncuk, Cemal Şentürk, fue a recibir tratamiento en la ciudad turca de Trabzon, la decidida perrita siguió la ambulancia en la que él viajaba hasta el Hospital Medical Park.
La hija de Şentürk, Aynur Egeli, explicó que aunque Boncuk (que significa “cuenta”) era enviada a casa cada noche y puesta bajo “arresto domiciliario”, al día siguiente, la astuta canina volvía a ir al hospital—ella sola.
Mantuvo esta rutina durante toda la estancia de Şentürk. “El perro viene aquí todos los días alrededor de las 9 de la mañana, espera hasta la tarde y luego se va. Nunca entra, pero espera a su dueño [afuera]”, dijo el guardia de seguridad del hospital, Muhammet Akdeniz.
El personal del hospital hizo de Boncuk una especie de mascota, alimentándola y dándole agua. Şentürk a veces podía ver a su leal mascota desde la ventana de su habitación en el hospital. Animado por sus visitas, le saludaba con la mano y la llamaba por su nombre.
Después de seis días, Şentürk fue dado de alta. Su compañera de nueve años estaba allí esperándolo, moviendo su cola y jubilosa por reunirse con su papá perruno.
“Boncuk se ha comportado de manera realmente dulce durante los seis días y ha logrado captar el amor y el afecto de todo el personal”, dijo el director del centro internacional de pacientes del hospital, Murat Ercan.
“La extrañé mucho, constantemente,” confesó un emocionado Şentürk a DHA. “[Los perros] traen alegría… Proporcionan compañía al igual que los humanos, y hacen que la gente sea feliz.”
Puedes enseñar a un perro a sentarse. Puedes enseñarle a rodar. Puedes enseñarle a traer cosas. Pero amar a sus humanos? Eso es algo que algunos perros, como Boncuk, lo saben instintivamente—y con todo su corazón.