No está en el dinero la felicidad… El anciano llevó a su perro para ser sacrificado porque no tenía dinero para salvar a su mascota

Al ver cómo lloraba el hombre y cómo sufría el perro, el veterinario tomó la única decisión correcta…

Se dice que la felicidad no está en el dinero, pero a veces es precisamente el dinero lo que decide nuestros destinos. El anciano no tenía ni un centavo cuando los médicos le dieron la factura por la vida de su amigo de cuatro patas.

El consultorio del veterinario estaba en silencio. El doctor miró a la pareja: un perro mestizo tendido en la mesa y el anciano con la cabeza inclinada sobre él, acariciándolo distraídamente detrás de la oreja. Solo se podía escuchar la pesada respiración del perro y los sollozos humanos. El anciano no quería dejar ir a su amigo y lloraba.

El joven veterinario a menudo había presenciado tales manifestaciones de emociones humanas antes de sacrificar animales. Y es normal, porque las personas llegan a amar a sus mascotas con todo su corazón. Pero, sintió el especialista, este era un caso especial.

Ahora el hombre recordaba cómo vio a esta pareja en la puerta de su consultorio por primera vez. Fue hace 3 días. El anciano silencioso había traído a su perro Bimba, de 9 años, para una visita de emergencia. El animal no se había levantado en dos días, y el anciano estaba realmente preocupado. Como explicó el hombre, aparte de Bimba, no tenía a nadie más.

El doctor realizó un examen. De hecho, el perro tenía una infección grave. Necesitaba tratamiento urgente y costoso. De lo contrario, el animal enfrentaría una muerte agonizante.

“Por lo tanto”, dijo el doctor con sequedad, “si no planea tratar al perro, sería más humanitario sacrificarlo”. Ahora el doctor podía imaginar fácilmente cómo se sintió el hombre entonces, pero ese día el joven especialista no lo entendió.

Después de esas palabras, el anciano, con manos temblorosas, vació sobre la mesa unas monedas y billetes arrugados: el pago por los servicios. Tomó con cuidado a su perro en brazos y se fue.

Y hoy apareció de nuevo en la puerta del consultorio veterinario. “Lo siento, doctor, solo pude encontrar el dinero para el sacrificio”, dijo el anciano, bajando la mirada.

Y ahora, cuando el anciano pidió otros 5 minutos para despedirse de su amiga, el doctor miró a esta pareja y no entendía de dónde venía tanta injusticia en el mundo. A menudo, las personas que simplemente tienen millones de dinero tratan sin piedad a todos los seres vivos, y aquí: un anciano pobre y un mestizo moribundo. Y tantos sentimientos.

Un nudo se formó en la garganta del joven doctor. Se acercó al anciano y le puso la mano en el hombro. “La curaré”, dijo con voz temblorosa, “pagaré por el tratamiento de tu perro. Todavía es joven. Aún puede correr”. El veterinario solo sintió cómo los hombros del anciano temblaban con sollozos silenciosos.

Una semana después, Bimba ya estaba firmemente de pie. Los sueros y el cuidado adecuado hicieron su trabajo. El joven doctor se sintió feliz. Tal vez hizo un pequeño acto para un anciano desafortunado y un perro sin raza, pero en realidad fue un acto de un gran y bondadoso corazón.

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