Mi hermano echó a nuestro abuelo de casa por dinero — él le dio una lección que nunca olvidará
Cuando mi hermano Tomás echó al abuelo Leo porque ya no podía contribuir económicamente, lo acogí en mi casa. El deber y el amor no me dejaron otra opción.
El abuelo comenzó una nueva vida, y su éxito hizo que Tomás se arrepintiera de lo que había hecho. Pero, ¿sería suficiente para arreglar nuestra relación?
“Laura, ya no puedo más,” — dijo Tomás, golpeando la taza contra la mesa. — “Nos cuesta demasiado.”
“¡Pero es nuestro abuelo! ¡Él nos crió!” — respondí, intentando mantener la calma.
“Eso fue hace mucho tiempo. Ahora las cosas son diferentes,” — dijo fríamente. — “Solo se dedica a pintar y pierde el tiempo.”
El abuelo Leo realmente pintaba mucho. Pero eso era su salvación. A Tomás no le importaba. Solo pensaba en el dinero. Un mes después, me llamó: “Laura, es hora de que se vaya. Que viva contigo, ya que lo defiendes tanto.”
Cuando le dije esto al abuelo, sonrió suavemente. “Gracias, Laura. Siempre has sido buena.” Preparé para él una habitación acogedora. Tomás ni siquiera ayudó con la mudanza. Se quedó en la puerta, mirando mientras empacábamos sus cosas.
El abuelo Leo se instaló con nosotros, y mis hijos estaban encantados. Les encantaba verlo pintar. La casa se llenó de risas y calidez, algo que faltaba en la casa de Tomás. Con el tiempo, el abuelo volvió a disfrutar de la vida. Empezó a publicar sus cuadros en internet. Pronto, una galería local se interesó por su trabajo.
“¡Laura, mira!” — exclamó una noche. — “¡Me invitaron a una exposición individual!” Lo abracé. “Te lo mereces, abuelo.” Nos preparamos en familia: elegimos marcos, firmamos los cuadros.
En la exposición, casi todas las pinturas se vendieron. El abuelo recibió encargos y logró independencia financiera. De pie ante el público, dijo: “Gracias por creer en mí.” Sus ojos brillaban de felicidad.
Cuando Tomás se enteró, vino a verme. “Laura, me equivoqué. Perdóname.” El abuelo lo miró con severidad. “Es demasiado tarde, Tomás. Me abandonaste cuando más te necesitaba.”
“Quiero arreglarlo,” — suplicó.
“No. Solo has venido porque viste mi éxito. ¿Dónde estabas cuando necesitaba un hogar?”
“Me he dado cuenta,” — murmuró Tomás.
“Perdiste nuestro respeto. Eso no se recupera con disculpas. La familia es amor y apoyo, no interés.”
Tomás se fue cabizbajo. El abuelo se volvió hacia mí: “Laura, gracias a ti y a los niños por mostrarme lo que es una verdadera familia.” Nos abrazamos, y supe que por fin estaba donde lo amaban.
El éxito del abuelo inspiró a muchos. La gente acudía a sus exposiciones no solo por las pinturas, sino también por la historia de un hombre que encontró fuerzas en los momentos más difíciles. Tomás, por su parte, se quedó solo con sus errores. Comprendió que la verdadera riqueza es el amor y el respeto de los seres queridos.