Los zapatos de papá — y el niño que intenta calzarlos
Cuando Nico entró en la sala, escuchó ruidos extraños. Era una mañana tranquila, como a él le gustaba: luz suave a través de las cortinas, el aroma de tostadas desde la cocina, y la rara oportunidad de sentarse con un libro en las manos. Pero hoy, el silencio se veía interrumpido por sonidos titubeantes, casi cómicos — zapateo, arrastre de pies y un suave “diablos” con acento de niño, quien seguramente había escuchado esa palabra en alguna parte.
Miró hacia el pasillo y vio a Max.
Pequeño, despeinado, en pijama, con una seriedad enorme en su rostro, su nieto intentaba caminar por el corredor… en unos viejos zapatos de cuero que estaban junto a la puerta. Zapatos que Max llamaba “de papá”. Aunque papá ya no estaba cerca — se había ido de viaje de negocios por varios meses.
— Max, ¿qué estás haciendo? — preguntó Nico suavemente, para no romper el momento.
— Quiero intentar ser adulto, — respondió el niño sin mirar atrás, y dio un paso adelante. Un zapato se le salió, Max gruñó insatisfecho, se agachó y lo ajustó.
Nico se sentó en el banco junto a la pared. Él sabía — no debía interrumpir. A veces, los niños necesitan probarse algo para sentir algo.
— ¿Crees que ser adulto es fácil? — preguntó después de una pausa.
Max asintió:
— Bueno, tú y papá lo sabéis todo. Y nadie os dice qué hacer.
Nico sonrió. Recordó cómo él mismo, en su infancia, había probado los zapatos de su padre — enormes, pesados, con puntas anchas. Recordó cómo se sintió de alto, fuerte, casi invencible al ponerlos. Pero después de unos pasos, se dio cuenta de lo incómodo que era — los dedos se movían libremente, el talón se deslizaba, casi era imposible caminar.
— ¿Sabes que tu papá usó estos zapatos para su primer trabajo? — dijo Nico. — Son viejos, pero él los cuidaba. Decía que con ellos empezó su camino hacia la adultez.
Max de repente se detuvo, mirando hacia abajo.
— Aún así, quiero andar un poco en ellos. Para empezar también.
— Solo por un rato, — dijo Nico suavemente. — Luego vuelve a tus zapatillas. Todavía tienes tiempo para crecer.
Max asintió y, tambaleándose, avanzó unos pasos más. En sus ojos — concentración. En cada movimiento — determinación.
Nico lo observaba con una profunda y tranquila emoción. Ser adulto no está en los zapatos, ni en la corbata, ni en saberlo todo. Se trata de levantarse, incluso cuando no quieres. De perdonar, aunque no te lo pidan. De proteger, incluso si tienes miedo.
Pero todo comienza así — cuando un pequeño niño se pone zapatos grandes y da su primer paso torpe hacia un mundo que aún no es de su tamaño.