La última mirada de un perro leal que una vez más no tuvo suerte. Su corazón está roto, pero aún espera que lo amen y nunca lo vuelvan a traicionar
Su nombre era Max. Un labrador dorado con un pelaje suave y brillante que invitaba a las caricias y a los abrazos. Max era un perro para quien el amor y la lealtad eran el sentido de la vida.
Siempre estaba allí, siempre dispuesto a abrazar y ofrecer su apoyo cuando alguien en la familia se sentía triste o cansado. Pero, como resultó, su amor y lealtad no siempre encontraban respuesta en los corazones humanos.
Hoy, Max está de pie en la acera, atado con una correa. Su mirada de despedida está llena de tristeza y dolor silencioso. Mira a sus antiguos dueños, a aquellos que hasta ayer consideraba su familia, con una pregunta muda: “¿Por qué?” En sus grandes ojos inteligentes hay tanta esperanza y, al mismo tiempo, resentimiento, que es imposible no sentirse conmovido. No entiende por qué, una vez más, tiene que despedirse, por qué una vez más es traicionado por quienes confiaba.
Esta no es la primera vez que Max se encuentra en una situación así. Una vez ya pasó por la traición, cuando sus primeros dueños, por razones desconocidas, lo dejaron en un refugio.
En ese entonces, Max no podía entender lo que había pasado. Los esperaba, escuchaba los pasos, esperando que regresaran para llevarlo a casa. Pero pasaron semanas, meses, y Max finalmente aceptó que nadie lo estaba esperando.
Luego apareció otra familia que trajo luz a su vida. Lo llevaron a casa, y Max volvió a sentirse necesario y amado. Se apegó rápidamente a estas nuevas personas, esforzándose al máximo para demostrar cuánto era leal y un buen amigo.
Corría detrás de los niños, les traía la pelota, se acostaba a sus pies mientras miraban televisión y se alegraba cada vez que regresaban a casa. Sentía nuevamente que su lugar estaba allí, que ahora era parte de algo importante.
Pero hoy, su mundo se ha desmoronado nuevamente. Los dueños lo llevaron a una calle concurrida y, con cierta frialdad, casi con indiferencia, lo dejaron, diciendo que ahora Max iría a otro hogar.
No entiende lo que eso significa. Simplemente se queda allí, mirándolos con la esperanza de que se den la vuelta, que regresen para llevarlo. Pero los pasos se alejan, y cada uno parece arrancarle un pedazo de su corazón.
Max no entiende lo que hizo mal. ¿Cuál fue su culpa? Siempre estuvo a su lado, siempre miraba con lealtad, siempre estaba listo para ayudar. Sus ojos están llenos de esperanza y dolor. No quiere creer que se ha quedado solo otra vez.
Las personas pasan junto a él sin notarlo, y Max, sin apartar la vista, observa las figuras que se alejan: las personas que fueron su familia. En su mirada hay tanta tristeza, tanta nostalgia.
Es como si tratara de decir: “Fui fiel a ustedes. Confiaba en ustedes. Los protegía y amaba con todo mi corazón. Y ustedes simplemente me dejaron, como un objeto sin valor.”
Tal vez pronto una nueva familia lo adopte. Tal vez vuelvan a aparecer personas que le den un hogar. Pero cada vez que es traicionado, una pequeña parte de su fe en las personas desaparece.
Quiere creer que algún día encontrará a alguien que se quede con él para siempre, alguien que no lo deje esperando en una calle desconocida.
Max está solo, en una calle llena de extraños, y en su corazón vuelve a surgir un vacío. Tiene un nuevo camino por delante, donde quizás haya espacio para el amor, pero ahora solo espera y observa, incapaz de perder la esperanza de que alguien del pasado aún regrese por él.