HISTORIAS DE INTERÉS

El viejo piano en el parque volvió a sonar después de un largo silencio – y entonces se descubrió quién tocaba por las noches

En el corazón del parque de la ciudad había un viejo piano. En algún momento lo habían colocado allí para músicos callejeros — lo pintaron de colores vivos, lo barnizaron y le pusieron un cartel: «Toca si lo sientes». Al principio tuvo bastante popularidad, pero con los años cayó en el olvido. La pintura se descascarilló, las teclas se volvieron amarillentas y algunas se quedaban atascadas. La gente pasaba de largo sin siquiera mirarlo.

Y entonces, al inicio de la primavera, el parque comenzó a llenarse de música. Por las noches, cerca de la medianoche, del piano salían suaves melodías. En ocasiones simples, como una pieza infantil; otras veces complicadas y melancólicas. Algunos pensaron que era música reproducida desde un altavoz. Otros insistían: era alguien tocando de verdad. Sin embargo, cada vez que alguien se acercaba — no había nadie junto al piano.

Los vecinos comenzaron a hablar de ello en las redes: «¿Quién toca de noche en el parque?», «Música con sabor a sueños». Incluso los periódicos locales escribieron sobre el tema. Pero el misterio permanecía sin resolver.

Hasta que una noche, Lía, una estudiante que vivía cerca, decidió esperar al músico. Llegó al parque tarde, se sentó en un banco frente al piano y se cubrió con una manta. El reloj marcó la medianoche — y la música comenzó. Primero muy suave, luego con más confianza. Lía se levantó y caminó en silencio hacia el piano.

Frente al piano estaba sentado un adolescente. Delgado, con una sudadera con capucha, una espalda tensa. No la notó; estaba absorto tocando. Sus manos se movían con ligereza, llenas de dolor y belleza al mismo tiempo. Lía no dijo nada hasta que terminó. Luego se acercó con cuidado y dijo:

— Eres tú… Gracias.

El chico se sobresaltó, intentó salir corriendo, pero ella alcanzó a añadir:

— No se lo diré a nadie. Sólo si tú lo decides.

Su nombre era Jay. Tenía quince años. Había aprendido a tocar solo, mirando videos antiguos y siguiendo sus recuerdos. Encontró el piano por casualidad — y se convirtió en el único lugar donde se sentía él mismo.

Desde entonces empezaron a reunirse por las noches. Ella llevaba té, él — música. A veces se quedaban simplemente sentados juntos. Una vez, Lía grabó su interpretación y la subió a internet. Sin su rostro, sin su nombre — sólo el sonido. El video se volvió viral.

Hasta que una madrugada, un trabajador del parque se acercó al piano. En lugar de una advertencia, dejó un frasco con una nota que decía: «Para el maestro de la noche». A la mañana siguiente, la tapa del frasco estaba llena de monedas y notas.

Ahora el piano volvió a la vida. Durante el día, tocaban los niños y los transeúntes. Y por la noche… Por la noche cantaba con la voz de Jay.

Porque incluso las cosas olvidadas pueden volver a cobrar vida. Sólo hace falta que alguien escuche la música que llevan dentro.

Leave a Reply