HISTORIAS DE INTERÉS

El esposo rogaba desconectar a su esposa de los aparatos, pero luego sucedió algo inesperado…

En la sala de cuidados intensivos, se escuchaban los sonidos apagados del equipo médico. Los monitores registraban cada latido del corazón, cada fluctuación de la respiración mantenida por el ventilador mecánico. En la cama del hospital, pálida e inmóvil, yacía Emma. Su rostro estaba tranquilo, pero su vida dependía únicamente de las máquinas.

Alex estaba sentado a su lado, sujetando entre sus manos la fría mano de ella. Recordaba ese día en que el mundo se derrumbó: la llamada desde el hospital, las palabras del médico sobre el terrible accidente, la operación de emergencia y… el estado de coma.

Ya habían pasado tres meses. Los médicos encogían los hombros – la esperanza era casi nula. Alex iba a verla cada día, le contaba sobre su hijo, sobre el tiempo, sobre las noticias, pero en respuesta recibía el silencio. Ni un solo movimiento, ni un destello de consciencia.

– Hemos hecho todo lo posible, – dijo el médico una mañana, sentándose frente a Alex. – Las posibilidades de recuperación son prácticamente inexistentes. Los aparatos solo prolongan la existencia, pero no devuelven la vida. Debe pensar en dejarla ir.

Esas palabras sonaron como una sentencia. Alex comprendía que no podía aferrarse eternamente a las ilusiones. Miraba a su esposa y se daba cuenta de que, en lo más profundo de su ser, quizás ella ya se había ido.

Tuvo que tomar la decisión más difícil de su vida.

– Yo… estoy de acuerdo, – murmuró, sintiendo la garganta seca.

Los médicos comenzaron los preparativos. Las últimas horas junto a Emma fueron un tormento para él. Hablaba, pedía perdón por todo lo que no había tenido tiempo de decir, por si acaso no la había amado de la forma en que ella lo merecía.

– Perdóname, si puedes, – susurró, besando su helada frente.

Pero, en ese preciso momento, ocurrió algo que nadie se esperaba.

Cuando el médico estaba a punto de desconectar los aparatos, el monitor, que durante meses había mostrado una línea estable y casi extinta de actividad cerebral, de repente emitió una señal.

Alex se paralizó.

– ¿Es un error? – susurró.

El médico se acercó lentamente al monitor y se quedó inmóvil.

– No… es imposible… pero… la actividad cerebral ha incrementado.

Alex miró a su esposa. Los párpados de Emma se movieron débilmente.

– ¿Emma? – su voz temblaba.

Pasó una eternidad antes de que ella hiciera una débil inspiración, y sus dedos se cerraran ligeramente alrededor de la mano de él.

Alex no recordaba cómo cayó de rodillas, ni cómo las lágrimas le corrían por el rostro. Los médicos dieron la alarma inmediatamente y comenzó una nueva batalla – esta vez, por devolver realmente a Emma.

Fue un camino largo. Semanas de rehabilitación, aprender nuevamente a hablar, a moverse, a recordar. Ella no recordaba el momento del accidente, pero sí todo lo anterior a él.

– Te escuchaba, – le dijo un día, mirándolo con ojos llenos de amor. – Durante tres meses te escuché…

Alex no pudo contener las lágrimas.

Pensaba que la había perdido. Que todo había terminado. Pero la vida tenía otros planes.

Ahora lo sabía con certeza: mientras exista el amor, existe la esperanza.

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