HISTORIAS DE INTERÉS

Carta de una madre que aprendió a dejar ir a su hijo adulto

Querido Lucas,

Te escribo esta carta, aunque sé que raramente lees cartas hoy en día. Todo es rápido, todo en el móvil. Pero por alguna razón, me parece importante escribirte – con palabras, a mano, como antes. Ya eres adulto. Es asombroso. Y un poco doloroso. Y muy hermoso.

Siempre quisiste crecer rápido. Recuerdas, ¿cómo a los tres años intentabas cerrar el cierre de tu chaqueta por ti mismo y te enfadabas cuando yo intentaba ayudarte? A los nueve querías las llaves del apartamento, y a los catorce – decidirlo todo por ti mismo. Entonces pensaba que todavía tendría tiempo para enseñarte muchas cosas. Pero de repente creciste.

En tu habitación ya no hay una mochila escolar, ahora hay una maleta ordenadamente colocada. En la estantería no hay juguetes, sino documentos y un cuaderno con planes. En la cocina, ya no preguntas qué hay para cenar, sino que abres el refrigerador y rápidamente preparas algo por ti mismo. Yo miro y sonrío. Estoy orgullosa de ti. Pero en ese orgullo también vive el silencio.

A menudo dices: «Mamá, puedo solo». Y finalmente aprendí a no discutir.

A veces me despierto por la noche y escucho—por si acaso has vuelto, como antes, silenciosamente has abierto la puerta, puesto tus zapatillas en el corredor. Pero solo hay silencio. Estás en otra ciudad, en otra vida. La tuya.

Dejar ir resultó ser la lección más difícil. No porque tú no puedas manejarlo. Sino porque yo fui por demasiado tiempo tu fondo, tu ancla, tu apoyo. Y ahora—solo tu costa. Esa a la que puedes volver. O simplemente recordar que está ahí.

Pero estoy aprendiendo a ser otra madre. No la que siempre está al lado, sino la que cree. No interfiere. No llama sin razón. Estoy aprendiendo a estar orgullosa de tus decisiones, incluso si no son las mías. Estoy aprendiendo a escuchar, y no a aconsejar. Y cada día me recuerdo: no te has ido – has crecido. Y yo no he quedado sola, sino simplemente más tranquila.

Lucas, ten presente – puedes ir, volar, equivocarte, probar, triunfar. Siempre estaré encantada de escuchar tu voz. No porque esté mal sin ella. Sino porque con ella – todo está bien.

Madre, que ahora sabe: amar es no retener, es dejar ir. Y esperar. Tranquila. Con amor. Siempre.

Tuya,
Eliza

Leave a Reply