HISTORIAS DE INTERÉS

Carta de un cachorro que sufrió una traición — y aún así perdonó

Hola.
Probablemente no me recuerdas. Pero yo sí te recuerdo. Recuerdo tu olor, el sabor de tus dedos cuando era apenas una migaja y mordisqueaba todo a mi paso. Recuerdo cómo te reías cuando resbalaba torpemente por el piso de baldosas, cómo me cubrías durante las tormentas. Recuerdo lo mucho que te amé — desde el primer día.

Pero luego… algo cambió. Comencé a crecer. Cometí errores. A veces hacía charcos, a veces destrozaba zapatillas — pero yo no sabía que eso estaba mal. Solo buscaba tu atención, tu aprobación, tu voz. Pensé que era temporal. Que volverías a tomar la pelota y correríamos al parque.

Pero un día me subiste al auto. Estaba emocionado, por supuesto. Miraba por la ventana, moviendo la cola. Pensé que íbamos al río donde antes corríamos. Pero te detuviste frente a un edificio desconocido, saliste… y no regresaste.

Esperé. Al principio me senté, como me enseñaron — tranquilo, con la espalda recta. Luego te llamé. Grité. Pero la puerta del auto no se abría y luego simplemente se fue — sin ti. Y me quedé. Solo.

Tardé en entender. Me escondía de las personas. No comía. Cuando me encontraron, temblaba de miedo. Pero aún vivía en mí un pequeño trozo de esperanza. Temblaba conmigo — diminuto, débil, pero vivo.

Me llevaron a un refugio. Allí era ruidoso, olía a tristeza. Pero alguien me acariciaba. Alguien me daba agua. Nadie golpeaba, nadie gritaba. Eso ya era algo nuevo. Empecé a confiar un poco.

Pasó el tiempo. Aprendí a mover de nuevo la cola. A alegrarme de nuevo con el sonido de los pasos. Y a amar de nuevo — sí, de verdad, profundamente, sin reservas. Porque nosotros, los perros, no sabemos hacerlo de otra manera.

Sabes, no guardo rencor. No sé estar enfadado. Te perdoné ese mismo día, tan pronto como me di cuenta de que no volverías. Perdoné — porque así es como amo. Y, quizás, en algún lugar todavía te acuerdas de mí. Y si no — no importa. Mi amor sigue contigo.

Ahora tengo otra familia. Ellos tampoco son perfectos. A veces olvidan el paseo nocturno, a veces me dejan solo un poco más de lo usual. Pero ellos siempre regresan. Y yo siempre espero — y perdono.

Porque ser un perro — significa amar no por lo que te dan, sino simplemente porque eres mi humano. Incluso si una vez te fuiste.

Con amor —
El mismo cachorro.
Que lo entendió todo. Y lo perdonó todo.

Leave a Reply