Sal y azúcar
Una hormiga vivía plácidamente en una montaña de azúcar, mientras que otra lo hacía en una de sal. La primera era feliz porque tenía un alimento muy dulce. La segunda, en cambio, siempre tenía una terrible sed después de comer.
Un día, la del azúcar se acercó a la de la sal. «¡Hola, amiga! Soy tu vecina, vivo en aquella montaña de azúcar», le dijo señalando el montón mencionado.
«¿Azúcar? ¿Y eso que es?», preguntó su compañera. «¿Nunca has probado el azúcar? ¡Te va a encantar! Si quieres, ven mañana a verme y te dejaré probarlo». «¡Me parece una idea fantástica!», contestó intrigada la segunda hormiga.
Al día siguiente, la hormiga de la montaña de sal decidió aceptar la invitación de su vecina. Pero antes de partir se puso en la boca un poco de sal por si acaso el azúcar no le gustaba. Al llegar, probó el azúcar, pero como tenía sal en la boca, el azúcar le supo a sal.
«¡Vaya, qué curioso!», dijo. «Resulta que tu azúcar sabe igual que mi sal», «A ver, abre la boca», le instó la otra extrañada. Entonces, la hormiga se dio cuenta de que su amiga tenía sal en la boca. «¡Claro! ¡Ahora lo entiendo! Anda, escupe la sal y prueba de nuevo…».
La otra hormiga obedeció y esta vez sí, el azúcar le supo a azúcar. «Delicioso», dijo. Desde entonces, se quedó a vivir con su nueva amiga.
Esta historia nos enseña que si no te deshaces de aquello a lo que te aferras sin que te haga feliz, no podrás disfrutar de lo nuevo y darte una oportunidad para mejorar.