La Parábola: «El Sabio Anciano y la Ofensa»
Un día, un joven con el rostro preocupado se acercó a un viejo sabio. Se sentó frente al maestro y le dijo:
— Maestro, las personas me ofenden constantemente y no puedo soportarlo. Cada palabra dicha en mi contra me causa dolor, y pienso en ello durante mucho tiempo, sin encontrar paz. Dígame, ¿cómo puedo dejar de reaccionar ante las ofensas?
El sabio lo miró atentamente y, tras reflexionar un poco, dijo:
— Ve, tráeme un vaso de agua y un puñado de sal.
El joven rápidamente cumplió con la petición del maestro. Entonces el sabio dijo:
— Añade la sal al vaso con agua y mézclala.
El joven obedeció, y luego el maestro le pidió que bebiera un poco de esa agua. El joven tomó un sorbo e inmediatamente hizo una mueca.
— ¿A qué sabe? — preguntó el sabio con una sonrisa.
— Amargo y desagradable, ¡imposible de beber! — respondió el joven.
El sabio asintió y lo llevó a un gran lago que se encontraba cerca. Allí le dijo:
— Echa la misma cantidad de sal y prueba el agua de nuevo.
El joven obedeció las instrucciones del maestro. Recogió agua con sus manos y la probó.
— ¿Y bien? — preguntó el sabio.
El joven se sorprendió:
— Fresca y dulce. Casi no siento la sal.
Entonces el sabio sonrió y dijo:
— Mira, la sal es la ofensa, y el agua es tu corazón. En un vaso pequeño, cualquier ofensa hace que la vida sea amarga, pero en un lago se disuelve y no causa daño. Expande tu corazón, y las ofensas dejarán de envenenar tu alma.
El joven reflexionó sobre las palabras del maestro, entendiendo que la fortaleza del espíritu radica en la habilidad de ver las ofensas de manera diferente y no permitir que llenen su corazón.
Desde ese día, se esforzó por vivir según el consejo del sabio, aprendiendo a perdonar y dejando de permitir que las pequeñas cosas destruyeran su paz interior.
Moraleja: Expande tu corazón, y las ofensas dejarán de causarte dolor.