HISTORIAS DE INTERÉS

¿Por qué las personas no se valoran cuando están cerca?

No tengo respuesta a esta pregunta de por qué las personas no se valoran cuando están cerca. Hoy la persona está. Está cerca. Está disponible. Quiere verte, estar contigo, hablar contigo.

Hoy tiene tiempo para ti. Tiene buen humor para ti. Tiene calidez para ti. Pero mañana puede que ya no esté. Las personas son mortales. A veces las personas simplemente se van. Se van de… O van hacia… A veces las personas simplemente se cansan de esperar.

A veces las circunstancias obligan a irse. A veces ocurre la enfermedad. Y a veces, como dicen, no puedes prever ni la cárcel ni la pobreza. A veces el trabajo se acumula. Y a veces otra persona importante requiere atención y tiempo con urgencia.

No importa el motivo… Hoy está, mañana no… Entonces, ¿por qué, si puedes escribir “Hola”, te quedas en silencio? ¿Por qué, si puedes tomar el teléfono y llamar, no lo haces? ¿Por qué, si puedes estar cerca, prefieres estar solo? Hasta hace poco, hace solo 50-100 años, para recibir una carta había que esperar mucho tiempo. La carta se movía durante semanas, si no meses.

Se necesitaba el mismo tiempo para que llegara la respuesta. Hoy, para recibir una carta, toma un segundo. Y otro segundo para enviar la respuesta. Pero la gente guarda silencio. No escribe. Y no responde. Horas, días, una semana, a veces nunca. Hasta hace poco, para escuchar la voz de un ser querido, era necesario ir. Y el viaje era largo, agotador y difícil.

Ahora, para escuchar una voz, solo se necesita un segundo. Pero el teléfono yace ahí. Y los preciosos segundos pasan en silencio y soledad. Hasta hace poco, para ver a una persona que vive en un barrio lejano del mismo megapoliz moderno, había que caminar todo un día.

Ahora son 30 minutos en auto. Pero la persona se queda en casa. Una de las muchas absurdidades de los sitios de citas modernos: en los requisitos para el elegido(a) se indica vivir en el mismo barrio, y vivir en el barrio vecino se considera un obstáculo insalvable para los encuentros.

Hasta hace poco, si dos personas se encontraban lejos una de la otra, se necesitaban años de viaje para ver a alguien. O eso significaba — nunca… Ahora — son unas pocas horas en avión. Pero la persona “no puede” sacar una semana de su “agenda tan apretada”. O no puede sacar unos miles de su presupuesto para un boleto. Y se queda donde estaba. Permanece en soledad. Se priva del encuentro con quien aún está.

Mientras aún espera. Mientras aún es accesible. En la vida de cada persona puede llegar un momento en que estés dispuesto a dar todo para poder decir una palabra, escuchar una voz, ver, extender la mano, estar cerca y guardar silencio, pero eso se romperá en la imposibilidad.

La humanidad ha crecido. Las personas en las ciudades tienen una elección prácticamente ilimitada de novios y novias. Pero cada vez más personas se despiertan solas por las mañanas, cocinan y beben su café solas y, por la noche, inventan cosas que hacer para no regresar pronto a casa.

Tiran la ropa a la lavadora y mantienen el orden que, en realidad, nadie desordena. Porque — no hay nadie. ¿Qué elige la persona cuando decide no escribir, no llamar, no ver, no acudir? ¿A favor de su orgullo? ¿A favor de la autosuficiencia? ¿A favor de su comodidad y conveniencia? ¿A favor de otro montón de dinero? ¿A favor de su seguridad? ¿A favor de su autoprotección? Entonces, ¿por qué las personas no se valoran cuando están cerca? No tengo respuesta a esta pregunta. ¿Y tú?

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